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298 ALEJANDRO DE vILLALMONTE nes, a los que acompañan a la figura del PO en su presencia en la historia de Occidente Valga como muestra la citada obra de Delu meau En lineas generales, sus constataciones podrían ser bien reci bidas por cualquier investigador de la cultura y de las ideas En rela ción con el tema del PO cabe decir: — En ambos casos existe un crimen ancestral, un viejo peca do, cometido por Egisto, rey/padre de la ciudad de Argos Pero del cual todos los ciudadanos se sienten, vaga pero fijamente, culpa bles Adan, padre de la tribu humana, ha cometido un pecado del cual todos sus descendientes se sienten solidarios en culpa y pena — El pecado originario, primordial es originante de todos los males que acosan a la ciudad de Argos El pecado de Adan ha pro vocado la enorme miseria en que se encuentran, gimiendo y lloran do, sus descendientes, en este valle de lagrimas, como hijos de la Eva pecadora — El crimen de Egisto en la ciudadama de Argos y la desobe diencia de Adan en todo el genero humano por los siglos, provocan un sentimiento colectivo de culpabilidad, de remordimientos por un secreto, indefinible pecado cuya memoria, subconsciente y oscura, les angustia y tortura: son las moscas oscuras, pegajosas, insoporta bles, del, drama sartriano. Puede darse por seguro que, cuando Sartre componía esta pieza teatral y veía a la humanidad acosada por un sentimiento generaliza do, morboso, angustioso de culpabilidad colectiva, sentía, pensaba y escribía, al menos en el subconsciente, bajo la presencia e influencia de la doctrina cristiana protestante sobre el PO. No como elemento único, pero sí como concomitante, junto con el recuerdo de los vie jos mitos clasicos que caminaban en la misma direccion Sartre, como es sabido, recibe una educacion residual protestante en su primer ambiente familiar En su edad adulta, desde el punto de su forma cion de su estructura mental cultural basica, aparece configurado dentro de lo que se llama el existencialismo trágico, representado, con diversos matices, por hombres como K. Jaspers y M. Heidegger. En ellos la angustia, el desgarro existencial constituye el talante radi cal en el cual esta instalado su filosofar y su mismo estar y actuar en el mundo Y, por fin, este existencialismo angustioso, acongojado tiene muy perceptible parentesco espiritual y cultural con el existen cialismo ‘teológico’ de 5. Kierkegaard. Recordemos, sobre todo su
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