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160 ALEJANDRO DE VILLAU4ONTE ción/propensión al mal; del corazón duro, de la carne mísera y con cupiscente. Ante la palabra de Dios, el hombre no sólo es pecador, como ocasional y temporero, sino que es de condición pecadora, un ser pecable, «pecadorizo» por definición. — Pero la Palabra que increpa al pecador entra hasta lo más profundo del ser humano, Hb 4, 12. Le dice, en un lenguaje popu lar, descriptivo, lleno de figuras y símbolos, que el hombre en la uhima estructura de su ser, en su constitucion metafisica/ontologica (valga la expresión) es frágilidad, vanidad, inconsistencia. Una «nuli dad» en toda la línea del ser y del obrar 88 Estos tres niveles de impotencia humana salvífica forman una sola magnitud, están inte riormente conectados, traslapados el uno con el otro. A nivel más próximo y cuasi experimental, está el hecho de la densa atmósfera de pecado que envuelve nuestra historia. A nivel más hondo y toda via unwersalmente accesible, esta la mclinacion congemta al mal Por fin, y como raíz indispensable de todo, la condición creatural, finita del hombre a quien Dios sacó de la nada al ser: que es polvo y al polvo ha de tornar. 88 La Escritura tiene frases literarias, muy gráficas para expresar lo que el len guaje abstracto llama la indignidad creatural del hombre, su nulidad frente a Dios: El hombre es ser de barro, polvo, Jb 10, 9; Gn 3, 19; Sal 103, 14; 29, 10. Los hom bres no son más que un soplo, Sal 61, 10. Como flor que se abre, se marchita, huye como la sombra, sin pararse, todo nacido de mujer, Jb 14, 2. flor y hierba de un día, Sal 102, 15-16. »El hombre pasa como las nubes, como las naves, como las som bras, dice el poeta, rememorando a la Biblia (Amado Nervo). Y se puede hablar de »La insoportable levedad del ser» (M. Kundera), sin mentar para nada al PO. La indignidad del ser finito frente al Infinito la señala la Escritura hablando de la contraposición entre el Dios 5ANTO y el hombre impuro, manchado. Impureza que en el hombre puede ser corporal, ritual, moral. De aquí pudo derivar la idea de que el correlato de la Gracia haya de ser el pecado, mancha del alma y no más bien la nulidad creatural del hombre frente a Dios. En la moderna teología protes tante sobre el PO, explicado como Ursünde/Wesensünde, parece existe una pro pensión a confundir el ser-creatural del hombre con el ser-pecador. Entendiendo »ser» no en el sentido esencial, sino existencial de la palabra. De ahí que ellos no vean modo de hablar de la impotencia soteriológica del hombre, si no se habla de su pecaminosidad radical existencial. La teología del PO, tanto en su versión católi ca como protestante soto se supera con la teotogia del sobrenatural cuttzvada por la teología católica. La Escritura desconoce la palabra »sobrenatural, pero sí que habla de continuo del significado más hondo de la palabra: la gratuidad y libertad absolutas de Dios en la administración de sus dones. Y el correlativo inmerecimien to absoluto del hombre respecto al don de Dios.

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