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93 3. También nuestros primeros hermanos capu- chinos, dando primacía a la vida de contemplación y soledad, estuvieron atentos y solícitos a las necesi- dades de los hombres y experimentaron la presencia de Dios en los acontecimientos cotidianos y en las realidades humanas. V CPO 6-7; VII CPO 31. 4. Siguiendo el ejemplo de ellos, esforcémonos por acoger las manifestaciones del amor de Dios en el entramado de la historia, en la religiosidad popu- lar y en la cultura particular de las diversas regiones. Evang. Test. 44. 5. Por eso que nuestra oración sea expresión de solidaridad y compasión universal. Conformándonos a la oración de Jesús, seamos voz de toda realidad, asumiendo en nosotros las alegrías y las esperanzas, los dolores y las angustias de todos los hombres. CatIC 2634; Prefac. IV Pleg. Euc.; GS 1. 51 1. Conscientes de que en la oración colabora- mos con Dios para la llegada de su Reino y la edifi- cación del Cuerpo de Cristo, recordando el sentido católico de san Francisco, pidamos a Dios por la santa madre Iglesia, por el Papa, por nuestros go- bernantes, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero, y de una manera especial por la familia franciscana y los bienhechores. Oración por los vivos y los difuntos 1Tim 2,1-2; LG 44; 49ss.; SC 53; GS 18; 1R 3,4.10; 2R 3,3; 2C 101; 164; LP 103; 3Cta 2886. 2. La fe en Cristo resucitado sostiene nuestra esperanza y mantiene viva la comunión con los her- manos que reposan en la paz de Cristo. Unidos en un intercambio de dones espirituales, al celebrar la Eucaristía y en nuestras oraciones, encomendemos a Dios misericordioso a todos los difuntos. Con agradecimiento y piadoso afecto de caridad, ofrez- camos sufragios particulares según lo establecido en las Ordenaciones de los Capítulos generales. LG 49-51; 2R 6,2.

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