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88 CIC 663,1; 2R 10,9; CtaAnt 2; LM 9,1; 10,2; 2C 95. 7. Por consiguiente, cultivemos con el máxi- mo empeño el espíritu de la santa oración y devo- ción, al cual las demás cosas temporales deben ser- vir, de tal modo que nos convirtamos en auténticos seguidores de san Francisco, que pareció más que un orante uno todo oración. 2Tim 2,22; Tit 3,4; 2R 10,8-9. 8. Deseando sobre todas las cosas el espíritu del Señor y su santa operación, orando siempre a Dios con puro corazón, ofrezcamos a los hombres testimonio de una auténtica oración, de modo que todos vean y sientan en nuestro semblante y en la vida de nuestras fraternidades la bondad y la benig- nidad de Dios presente en el mundo. Oración franciscana II CPO 14; 19; 31ss.; IV CPO 40; V CPO 7ss.; 23. 46 1. Nuestra oración sea la expresión caracte- rística de nuestra vocación de hermanos meno- res. Mt 18,20; PC 15; 1R 22,32-34. 2. Oramos verdaderamente como hermanos cuando nos reunimos en el nombre de Cristo, amándonos mutuamente, de tal manera que el Se- ñor esté de verdad en medio de nosotros. 1R 9,1-3; 17,17-19; CtaO 9. 3. Y oramos verdaderamente como menores, cuando vivimos con Cristo pobre y humilde, pre- sentando al Padre el clamor de los pobres y com- partiendo efectivamente su condición de vida. II CPO 9; 14; 1R 22,41; CtaO 50. 4. Mantengámonos, pues, fieles a cuanto he- mos prometido cumpliendo en nuestra vida lo que el Señor quiere y queriendo lo que a Él le agrada. CIC 675,2; II CPO 9. 5. Así la oración y la acción, inspiradas por el mismo y único Espíritu del Señor, lejos de oponerse se completan mutuamente.

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