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87 C apítulo III NuestrAViDaDE ORACIÓN 45 1. La oración a Dios, como respiración de amor, comienza con la moción del Espíritu Santo por la que el hombre se pone interior- mente a la escucha de la voz de Dios que habla al corazón. La oración respiración de amor Const. 1968, 1982; Os 2,16; Rom 7,22; 8,26; Ef 3,16; LG 4; III CPO 6ss.; IV CPO 36a; 37-40; V CPO 1-14. 2. En efecto, Dios, que fue el primero en amarnos, nos habla de muchas maneras: en todas las criaturas, en los signos de los tiempos, en la vida de los hombres, en nuestro propio corazón y, sobre todo, en la historia de la salvación a través de su Palabra. Heb 1,1-2; 1Jn 4,10; GS 11,34; 45; DV 3; II CPO 8; 19. 3. En la oración, respondiendo a Dios que nos habla, alcanzamos la plenitud en cuanto que nos salimos del amor propio y, en unión con Dios y con los hombres, nos transformamos en Cristo Dios-Hombre. 4. En efecto, Cristo mismo es nuestra vida, nuestra oración y nuestra acción. II CPO 6ss. 5. Por ello mantenemos realmente un colo- quio filial con el Padre, cuando vivimos a Cristo y oramos en su Espíritu, que clama en nuestro cora- zón: ¡ Abbá , Padre! Flp 1,21; Rom 8,15; Gal 3,16; II CPO 7. 6. Consagrados más íntimamente al servicio de Dios por medio de la profesión de los consejos evangélicos, esforcémonos con libertad de espíri- tu en desarrollar fiel y constantemente esta vida de oración. LG 44; PC 5; 6; CIC 607,1; II CPO 2; 8; III CPO 38; IV CPO 37-40.

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