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67 24 1. Toda formación es sobre todo una acción del Espíritu Santo que vivifica interiormente a for- madores y formandos. Agentes de la formación 2R 10,8; IV CPO 77-79. 2. Dado que el Espíritu obra incesantemente en la Iglesia, ésta, en su dimensión universal y par- ticular, es para nosotros el contexto vital y la refe- rencia esencial de todo camino formativo, como lo ha sido para san Francisco. 3. Ya que el Padre revela a los pequeños los secretos del reino de los cielos y, como Francisco nos ha enseñado, el Espíritu se posa igualmente en el simple y en el pobre, reconozcamos como condición particularmente favorable para nuestra formación la cercanía al pueblo, compartiendo la vida de los pobres, y mantengámonos dispuestos a aprender también de ellos. Lc 10,21; 2C 193; VI CPO; VII CPO; Corriveau pob. 16; Mt 11,25. 4. Nuestra Fraternidad, llamada a cultivar en la Iglesia la propia identidad, tiene el deber y el de- recho de cuidar la formación de los hermanos se- gún nuestro carisma. Por lo tanto, la formación es compromiso prioritario de la Orden y de todas sus circunscripciones. Colab. form. 7,1. Cf. OG 2/3 5. La formación activa exige la colaboración de los formandos, que son los principales agentes y responsables de su propio crecimiento. CIC 652.3. 6. Todo hermano es al mismo tiempo y duran- te toda la vida formando y formador, porque todos tenemos siempre algo que aprender y que enseñar. Es un principio que debe establecerse como pro- grama de formación y llevarse a la práctica.

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