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54 Artículo II Nuestra vida en la Iglesia Nuestra Orden en la Iglesia Rom 12,5ss.; 1Cor 12,4ss.; Ef 4,12; LG 1; 5; 6; 9; 12; 14; 44; 48; 68; CIC 204,1; 216; 837,1; 2R 6,1-2; Test 24; 2C 59; MR (oración VII lect. Vigilia pascual). 10 1. La Iglesia, sacramento universal de salva- ción, o sea signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de todo el género humano, se nos pre- senta como el pueblo de Dios que peregrina por el mundo y al que Cristo instituyó en comunión de vida, de caridad y de verdad, y al que el Espíritu Santo enriquece con multitud de dones o carismas, útiles para la renovación y una más amplia edifi- cación de la misma Iglesia para la instauración del Reino de Dios. LG 43; 44; PC 1; AG 18; Vita cons. 1; 3. 2. En la variedad de carismas, la vida consagra- da es un don insigne que la Iglesia ha recibido de su Señor; radicada profundamente en los ejemplos y en las enseñanzas de Cristo, ella expresa la íntima naturaleza de la vocación cristiana y forma parte de la vida de la Iglesia, de su santidad y de su misión. LG 45; PC 1; GS 27; CIC 476; 577; 590; 593; Test 14; 2C 24; Const. 1968, 1982. 3. Entre las familias espirituales, suscitadas por el Espíritu Santo, la Iglesia ha aceptado la Fra- ternidad Franciscana. Luego de haber aprobado con su autoridad jerárquica la forma de vida pre- sentada por San Francisco, la protege con maternal solicitud, para que brille con más claridad sobre su rostro el signo de Cristo pobre, humilde y entrega- do al servicio de los hombres, particularmente de los pobres. CIC 576; 577; 590,1; 593. 4. Asimismo, la Orden de Hermanos Menores Capuchinos fue aprobada por la Iglesia mediante la Bula «Religionis zelus», expedida por el Papa Cle- mente VII el día 3 de julio de 1528.
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