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389 y de la Fraternidad, según la pro- pia gracia y nuestra, 117,2; reco- nozcamos que las estructuras de gobierno de la Orden y sus institu- ciones son también expresión de, 145,1; esforcémonos, pues, por caminar dignamente y sobresalir más en la, 184,2; testimoniemos con alegría nuestra vocación al ce- libato, 173,7; el Instituto sea una referencia estable para el intercam- bio intercultural dentro de la Or- den y lugar de estudio y de investi- gación sobre las nuevas situaciones que constantemente interpelan, 2/3,2; en virtud de nuestra consa- gración y por el respeto debido a la vocación de aquellos con quienes nos relacionamos, evitemos ligar- los a nosotros, 173,5; respondien- do a la, 184,1; esforcémonos, pues, por caminar dignamente y sobresa- lir más en la, 184,2. –Vida vocacional y formación : el pos- tulante conoce nuestra vida y reali- za un ulterior y más cuidadoso dis- cernimiento de su, 30,2; ya que en nuestra vocación la vida evangélica fraterna ocupa el primer lugar, dé- sele también prioridad durante este tiempo, 32,2; la formación para el trabajo y el ministerio esté progra- mada de tal manera que los herma- nos, según sus cualidades y, 37,5; los hermanos mientras se entregan al estudio, cultiven el corazón y la mente de tal manera que progresen en la, 38,5; la formación perma- nente capacita para vivir nuestra, 41,2; ayuda a una mayor fidelidad creativa a nuestra, 41,3; la forma- ción permanente está destinada a todos, pues es el desarrollo conti- nuo de nuestra, 42,1; los institutos ayuden a descubrir y fomentar la, 2/1,3; conviene que los estudios que hayan de seguir los alumnos se organicen de tal forma que puedan continuarlos sin ningún problema en otras partes, 2/1.4. – Vocación y apostolado : para realizar con fruto nuestra vocación evan- gélica en la Iglesia y en el mundo, abracemos fiel y generosamente la vida apostólica, 15,1; debemos expresar la apostolicidad de nues- tra vocación con el testimonio de la vida, 37,1; tengamos siempre en la mente nuestra, 81,5; empeñé- monos por perfeccionar la cultura y por cultivar las propias aptitu- des, de tal modo que nuestra Or- den pueda responder siempre a su, 82,1; aceptemos aquellas activida- des en las que se pueda testimoniar mejor nuestra, 84,2; para que al asumir este ministerio se mantenga la fidelidad a nuestra, 154,3; recor- demos también que no podemos cumplir nuestra misión si no nos renovamos de continuo en la fideli- dad a la propia, 157,2; testimonie- mos con alegría nuestra vocación al celibato, 173,7; esforcémonos
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