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361 Superior, Ministro , La palabra «superior» tiene siempre, en sentido franciscano, el mismo valor que «mi- nistro» (cf. 157,7). Sin embargo, te- niendo en cuenta su expresión jurídica, y debido al uso y para mayor claridad, con frecuencia se emplea indistinta- mente «ministro» o «superior», por lo que dicha palabra, atendiendo al con- texto, puede aplicarse tanto a los supe- riores mayores como a los otros superio- res. Los religiosos están sometidos al Sumo Pontífice como superior supremo, 11,2. – Superior en general : 122-123; los ministros son los pastores y los de- positarios de la confianza de los her- manos, 12,2; superiores con potes- tad ordinaria propia, 122,1; y con potestad ordinaria vicaria, 122,2; 118,7; ningún hermano puede ser- lo sin que hayan transcurrido tres años desde la emisión de la profe- sión perpetua, 123,6; los hermanos no rehúsen pertinazmente el servi- cio de, 123,5; los ministros cuan- do comienzan a ejercer sus cargos, y otros hermanos, emitan la profe- sión de fe, 183,5. – Servicio pastoral de los ministros y guardianes : 159-164; los ministros o guardianes en su servicio hagan siempre lo que es del agrado de Dios, 158,7; han de dar cuenta a Dios de los hermanos que les han sido confiados, 159,3; cómo deben ejercer su autoridad, 159,4; presi- dan sus fraternidades con caridad, 159,4; desempeñen con diligen- cia el cargo que se les ha confiado y preocúpense por los hermanos, 160,1; busquen en común la vo- luntad de Dios, 141,2; dialoguen con los hermanos y acepten sus consejos, 160,3; la decisión última compete a los superiores, 160,3; esfuércense en promover el cono- cimiento de nuestro carisma y ex- horten a los hermanos a la guarda fiel de la Regla y de estas Consti- tuciones y a fomentar el bien del pueblo de Dios, 161,3; promue- van la colaboración responsable de todas las fuerzas, 160,4; deben administrar a los hermanos la pala- bra de Dios y proveer con diligen- cia a su conveniente instrucción y formación, 161,2; la visita, traten de llevar a cabo las indicaciones, 10/2,2; guíen a los hermanos como a hijos de Dios, 162,2; no impon- gan preceptos en virtud del voto de obediencia, sino raramente y con gran prudencia, 162,3; cómo deben ejercer la obligación que les compete por la Regla de amones- tar, confortar y corregir, 163,2; procuren corregir en privado los defectos de los hermanos median- te el diálogo fraterno, 163,3; tra- ten con los propios hermanos de los defectos de la fraternidad y todos juntos busquen y apliquen los remedios eficaces, 163,4; ter-

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