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359 dad sobre su rostro el signo de Cris- to, 10,3; la Fraternidad franciscana es signo de Cristo, pobre, humilde y entregado al servicio de lo hom- bres, 10,3; la vida fraterna es fruto y signo de la fuerza transformado- ra del Evangelio y del advenimien- to del Reino, 13,4; todos los her- manos, como signo de fecundidad de la vida franciscana, deben coo- perar a la animación vocacional, 17,4; los ministros y guardianes sean signo e instrumento del amor de Dios, 163,1; procuremos ser en el mundo signo de la caridad per- fecta, 168,3; la pobreza es signo del seguimiento de Cristo, 60,4; el di- nero, signo de riqueza, 68,1; la cas- tidad por el Reino de los cielos, que es signo del mundo futuro, 22,1; el consejo evangélico de la castidad es signo del mundo futuro, 22,4; muestras de caritativa atención y agradecimiento para con los her- manos ancianos, 91,2; el cuidado de los enfermos, pobres y atribula- dos es signo de la llegada del Reino de Dios, 153,2; llevemos también nosotros el hábito como llamada a la conversión, signo de la consagra- ción a Dios y de nuestra pertenen- cia a la Orden, 35,3; de humildad que los hermanos llevamos exte- riormente, de poco sirven para la salvación de las almas si no estamos animados por el espíritu de humil- dad, 35,4; el Capítulo general es signo e instrumento de la unión y de la solidaridad de toda la Frater- nidad, 124,1. Signos de los tiempos ( cf . Acomo- dación, Pluriformidad, Renovación, Tiempo y lugar, etc.), esforcémo- nos en buscar formas apropiadas, 6,3; Dios nos habla en los, 45,2; es- crutemos a la luz del Evangelio los, 87,4; leamos los, 149,1; capacidad de discernir los signos de los tiem- pos en los postulantes, 30,2. Silencio ( cf . Clausura), importan- cia del, 58,1; se estime en nues- tras fraternidades, 58,1; intervalos de silencio en la Liturgia de las Ho- ras, 47,5; ofrezcamos un silencioso testimonio de fraternidad y minori- dad, 181,2; nuestras hermanas reli- giosas se empeñan en silencio, por unirse con Dios, 101,3. Simplicidad,Sencillez , asumamos como nuestra tarea especial se- guir la pobreza del Señor Jesucris- to en simplicidad de vida, 61,1; vi- vir en el mundo la vida evangélica en sencillez: principal apostolado, 147,2; nuestra vida sea en todo, 112,1; debemos observar, en virtud de nuestra profesión, la Regla con, 185,2; los ministros y las fraterni- dades presten particular atención a la, 83,3; la pobreza exige un modo sobrio y, 62,2; vivamos cercanos al pueblo siendo sencillos de cora- zón, 149,7; san Francisco anunció el misterio de Cristo con breves y,

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