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299 sionero, 175,3; anheló adherirse al magisterio de la Iglesia, 183,1; im- partió la bendición de la santísima Trinidad, 188,1. – Francisco inspirador de nuestra vida : en el retorno a la primigenia ins- piración, a la vida y Regla, 5,2; leamos asiduamente la vida y los escritos, 6,2; obedezcamos fiel- mente al Espíritu de Cristo, 11,1; los tres consejos evangélicos según el ejemplo de, 22,1; el contexto vi- tal y la referencia esencial de todo camino formativo, como lo ha sido para, 24,2; nos ha enseñado la cer- canía al pueblo, 24,3; la vida y su pensamiento sobre la observan- cia de la Regla, 26,5; los valores de nuestra vida consagrada, cono- cidos y vividos a la luz de las in- tuiciones de, 31,3; esforcémonos con todas nuestras fuerzas en ser buenos, 35,5; debemos expresar la apostolicidad de nuestra voca- ción con el testimonio de la vida, 37,1; recordando la admonición en el Testamento, 37,2; progresen en la vocación, según la intención de, 38,5; comencemos, hermanos, a servir al Señor, 41,1; nos convir- tamos en auténticos seguidores de, 45,7; adoremos con fe, humilde reverencia y devoción a Jesucris- to presente en la Eucaristía, 48,4; cultivemos una intensa familiari- dad con la Palabra de Dios, 53,2; conservemos y fomentemos el es- píritu de contemplación que res- plandece en la vida de, 54,1; hagan realidad la primacía del espíritu y de la vida de oración, 55,1; como mejor puedan, sirvan, amen, hon- ren y adoren al Señor Dios, y há- ganlo con limpio corazón y mente pura, 59,1; asumamos como nues- tra tarea especial seguir la pobre- za del Señor Jesucristo, 61,1; para que no lleguemos a ser hijos indig- nos, 71,4; manifestémonos con confianza toda necesidad, 72,1; acostumbrémonos a padecer esca- sez despojado de todos los bienes materiales y de los lazos del cora- zón, 77,1; evitemos la pereza que se aprovecha del trabajo de los de- más, 80,3; aceptar solo las activi- dades en las que se pueda testi- moniar mejor nuestra vocación de servicio, 84,2; confíe el enfermo al cuidado de algún hermano idó- neo, 92,1; escribió en la Regla: que no hay madre tan tierna y tan so- lícita con su hijo, como debe ser- lo cada uno de nosotros con su hermano espiritual, 92,2; acudan a nuestras casas como verdaderos hermanos, 99,3; debemos tener siempre diligente cuidado y espe- cial solicitud por nuestras herma- nas de la Segunda Orden, 101,3; con la profesión se comprometen a vivir el Evangelio, 102,2; quieren seguir las huellas de Cristo guia- dos por, 102,6; anunciemos la paz

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