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193 2. Cortés y noble en sumo grado, lleno de asombro ante todo lo bueno y bello, quiere que sus hermanos sean alegres cantores de la peniten- cia-conversión, sumergidos en la paz y fraternidad universal, más aún, cósmica. 3. Recurriendo a la fuente del amor trinitario, desarrollemos también nosotros la capacidad de un amor universal. Amemos en Cristo a todas las per- sonas y, con trato fraterno y amistoso, intentemos conducirlas a formar parte del Reino de Dios. LM 9,2; Flor 34. 4. Según el ejemplo del noble afecto del herma- no Francisco a la hermana Clara, nuestro compor- tamiento con las mujeres distíngase por la cortesía, el respeto y el sentido de justicia, promoviendo su dignidad y su misión en la sociedad y en la Iglesia. PO 17; FVCl 2; 1C 18; 2C 204. 5. La amistad es un gran don y favorece el de- sarrollo humano y espiritual. En virtud de nuestra consagración y por el respeto debido a la vocación de aquellos con quienes nos relacionamos, evitemos ligarlos a nosotros; más bien seamos nosotros quie- nes nos entreguemos a ellos. Así se crea una amistad liberadora, no destructiva de la fraternidad. Qo 6,14-17; 3C 37; IV CPO 55. 6. Las buenas relaciones con la familia de ori- gen ayudan a nuestro crecimiento armónico. Re- cordemos, sin embargo, que el amor preferente por Cristo reclama que acojamos plenamente su segui- miento exigente, y que la fraternidad es nuestra nueva familia. VI CPO 23. 7. En comunión con las otras vocaciones, tes- timoniemos con alegría nuestra vocación al celiba- to como señal constante de lo absoluto del Reino, en el cual también el matrimonio y la familia en- cuentran su significado y valor. Familiaris cons. 16.

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