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18 Y, después que el Señor me dio hermanos, ninguno me ense- ñaba lo que debía hacer, sino que el mismo Altísimo me reveló que debería vivir según la forma del santo Evangelio. Y yo la hice escribir, en pocas palabras y sencillamente, y el Señor Papa me la confirmó. Y aquellos que venían a abrazar esta vida, daban a los pobres todas las cosas que podían tener; y estaban contentos con una tú- nica, remendada por dentro y por fuera, con el cordón y los paños menores. Y no queríamos tener más. Los clérigos decíamos el oficio según los otros clérigos, y los no clérigos decían el Padrenuestro ; y permanecíamos muy gustosa- mente en las iglesias; y éramos iletrados y súbditos de todos. Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y quiero fir- memente que todos los otros hermanos trabajen en trabajo hones- to. Los que no saben, aprendan, no por codicia de recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para echar de sí la ociosidad. Y, cuando no se nos diere la paga del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo la limosna de puerta en puerta. El Señor me reveló que debíamos saludar diciendo: El Señor te d é la paz . Guárdense los hermanos que de ninguna manera reciban igle- sias, viviendas pobrecillas y todas las cosas que se construyen para ellos, si no fuere como conviene a la santa pobreza, que prometi- mos en la Regla, hospedándonos siempre allí como peregrinos y extranjeros. Mando firmemente por obediencia a todos los hermanos que, dondequiera que estén, no se atrevan a pedir alguna letra en la curia Romana, ni por sí ni por intermediarios, ni para la iglesia, ni para otro lugar, ni con pretexto de predicación, ni por perse- cución de sus cuerpos; mas, cuando no fueren recibidos en algún lugar, huyan a otra tierra para hacer penitencia con la bendición de Dios. Y firmemente quiero obedecer al ministro general de esta fra- ternidad y al guardián que le pluguiere darme; y de tal manera

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