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138 Rom 8,29; Gal 2,19; LG 8s.; 35; CD 33; AG 3; UR 6; LM prol. 2; 13,2ss.; 1C 103. 7. Movidos por ese mismo espíritu y recono- ciendo el pecado en nosotros y en la sociedad hu- mana, empeñémonos constantemente en la propia conversión y en la de los demás, para configurarnos a Cristo crucificado y resucitado. Col 1,24; LG 8; Paenit. 8. Con este empeño, completando en noso- tros lo que falta a los sufrimientos de Cristo, par- ticipamos en la vida de la Iglesia, santa y siempre necesitada de purificación, al tiempo que favore- cemos la unidad de la familia humana en la caridad perfecta, promoviendo de este modo la venida del Reino de Dios. La penitencia franciscana 1CtaF 1; MR, col. Viernes después de Cenizas; Adm 16. 110 1. La penitencia, como éxodo y conversión, es una actitud del corazón que exige una manifesta- ción externa en la vida diaria, a la que ha de corres- ponder una verdadera transformación interior. CIC 1249; VI CPO 5. 2. Los penitentes franciscanos deben distin- guirse siempre por una delicada y afectuosa caridad y alegría, al igual que nuestros santos, austeros con- sigo mismos, pero llenos de bondad y condescen- dencia con los demás. 3. Movidos por el espíritu de conversión y de renovación, dediquémonos en todo tiempo a obras de penitencia, según la Regla y las Constituciones y conforme Dios nos inspire, para que actúe cada vez más en nosotros el misterio pascual de Cristo. LG 10; 34; 41; PC 5; PO 12ss.; SC 48; AA 16; CIC 607,1; 662; 673. 4. Ante todo, recordemos que nuestra misma vida consagrada a Dios es una extraordinaria forma de penitencia. 5. En consecuencia, ofrezcamos por nuestra salvación y por la de los demás la pobreza, la humil- dad, las molestias de la vida, el fiel cumplimiento
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