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137 C apítulo VII NUESTRAVIDADE PENITENCIA 109 1. Jesucristo, anunciando el Evangelio del Rei- no, llamó a los hombres a la penitencia, a un cam- bio total de sí mismos, mediante el cual comienzan a pensar, a juzgar y a conformar su vida con aquella santidad y amor de Dios que se manifestaron en el Hijo. Llamados a la conversión Mt 4,17; Mc 1,14-15; IV CPO 36b; 41ss.; Vita cons. 10; 15; 16; 17; 18ss.; 65b. 2. Esta conversión en una nueva creatura, que comienza por la fe y el bautismo, exige un esfuerzo continuo, mediante el cual renunciamos a nosotros mismos. 3. Así, viviendo sólo para el Señor, con la pe- nitencia establecemos nuevas relaciones con los hombres, en especial con los pobres, y nos fortale- cemos para construir la fraternidad evangélica. Mt 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 1R 1,3. 4. San Francisco comenzó, con la gracia del Señor, una vida de penitencia-conversión usando de misericordia con los leprosos y saliendo del siglo. Rom 6,4; Gal 6,15; 2Cor 5,17; Test 1-3; 2C 9; LM 1,6; TC 11. 5. Con gran fervor de espíritu y gozo inte- rior, ordenó su vida según las bienaventuranzas del Evangelio, predicó incansablemente la penitencia, animando de obra y de palabra a todos sus hombres a llevar la cruz de Cristo y quiso que los hermanos fueran hombres penitentes. LG 31; GS 72; AA 4; 1R 12,3-4; 13,2; 21,3; 23,7; Adm 13-28; 1CtaCus 6; 1C 23-35. 6. Es característica peculiar de nuestra Orden el espíritu de penitencia, mediante una vida auste- ra; nosotros, en efecto, a ejemplo de Cristo y de san Francisco, hemos elegido la estrecha vía del Evan- gelio. Const. 1982; CIC 578; 586,1; 631,1; LM 5; Mt 7,14; Aloc. CG 1968.
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