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126 Mt 7,12; 25,45; Lc 6,31; 1R 9,11; 2R 6,8. 2. Todo hermano, reconociendo en el enfermo la persona de Cristo paciente, piense lo que querría que se le hiciera si él estuviese enfermo y recuerde, además, lo que san Francisco escribió en la Regla: que no hay madre tan tierna y tan solícita con su hijo, como debe serlo cada uno de nosotros con su hermano espiritual. 1R 10,1ss.; 2R 6,8-9. 3. Por lo tanto, esmérese cada uno en cuidar a su hermano enfermo, visitarlo con gusto y consolarlo fraternalmente. CIC 619; 1001; 1003,2; 1004,1ss.; 1R 10; 2C 185; LP 43. 4. El ministro y el guardián visiten fraternal- mente y con frecuencia a los enfermos y no deje de animar espiritualmente al enfermo, por sí mismo o por medio de otros y, si advirtiese que la enfermedad es grave, comuníqueselo con prudencia y dispóngalo para recibir los sacramentos. Hermanos enfermos LG 11; 41; AG 38; AA 16; 1R 10,3-4. Cf. OG 6/1 93 1. Los hermanos enfermos tengan presente nues- tra condición de hermanos menores. 2. Dejen el cuidado de sí mismos en manos del médico y de quienes los atienden, para no violar la santa pobreza con daño de la propia alma, y, además, den gracias por todo al Creador. Ef 5,20; 1Tes 5,18; 1R 10,3-4. Rom 8,29; Flp 3,10; Col 1,24; 1R 10,3; 23,7; Adm 5,8; EPerf 42; 91; 2C 213. 3. Recuerden que, mediante las molestias de la enfermedad y del decaimiento libremente aceptadas, son invitados, según la propia vocación, a una confor- midad más completa con Cristo paciente, y procuren experimentar en sí mismos, con piadoso afecto, una pequeña parte de sus dolores. Imiten a san Francisco que alababa al Señor por aquellos que, conforme a su santísima voluntad, soportan pacíficamente enferme- dades y tribulaciones. Recuerden, asimismo, que, com- pletando en la propia carne lo que falta a los padeci- mientos de Cristo redentor, contribuyen a la salvación del pueblo de Dios, a la evangelización del mundo y a fortalecer la vida fraterna.

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