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-8- mo! Vuestra inteligencia no puede ver la luz. sOfocada baja el inmenso fardo de los absurdos que la ciegan: 'vuestro co– razan no palpita sino con los tímidos latidos de un carazon de esclavo: cargados de cadenas os arrastrais vilmente a los piés de los espec uladores y de los tiranos que os esplotan J os oprimen. Comed de esa. fruta regeneradora. y llegaráis á ser verdaderos hombres. Las cadenas caerán á vuestros piés como un barro seco á la mas débil sacudida . y vuestro espí– ritu se elevara á regiones que hasta ahora os han teDldo mañosamente ocultas. El pensamiento recorrerá sin trabas los espacios infinitos de la ciencia en busca de la verdad, así como la nave surca la amplitud de los mares para recogel' eu apartados climas inmensos tesoros de riqueza , Proclama· réis la verdad en alta voz, sin que á nadie sea dado ahogar con una argolla en vuestra garganta la palabra Clue no se atreve á. pronunciar vuestro pensamiento. FabrIcaréis en vuestro corazon un santuario inviolable, cerrado á. toda inten'encion agena, del que cada uno será el único sacer· dote digno de entrar en él para ofrecer el incienso de ado· racion, en un culto conforme á la dignidad de la razon y á. los sentimientos que la verdad insp ire en la conciencia. Ninguno Os podrá decir: soy mas q ue tú; ni menos imponé– ros á este titulo, corno preceptos, los antojos de su voluntad; porque la vuestra ha de ser la uoica fuente de todo poder y de toda ley, Así, en posesion de unos derechos que son vuestros y no conoceis, seréis levantados a una ve.rdadera soberanía para gozar de todos los bienes de la tierra, Des· venturada y envilecida grey, sal de una vez de tu redil oprimido y tenebroso, y sis-ue á los que te enseñamos la senda de la luz y de la feliCidad. Pero. ¡ah! la grey miró y escuchó; y vió una señal de alarma y escuchó una voz que la advertia de peligro: des– preció la seduccion y se quedó con los Pastores que un dia Ia iniciáran en la fé y la confirmaran en su fidelidad con una ce¡'emonia misteriosa y un golpecito en la mejilla. Aquí comienza la contradiccion. Desde el momento que las nuevas doctl'inas, el lluevo evangelio, como quie¡'en llamarlo, se presentaron en el mundo, se encontraron fl'ente á frente dos 0fuestos pl'inci– pios . El pl'incipio de Dios y el pl'inci~io de hombre. si a. este se le puede llamar pl'incipio. El prlmel'O que predica la fé; el segundo que proclama la l'azon. Aquel , que dice: todo es pOl' Dios'y para Dios, por medio de Jesucristo: y

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