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• -7- ridad del humo la veneranda imágell . y erigir en su lugar los falsos ídolos que adoran. De esta guerra nunca interrumpida, w3llificstaóinsidiosa, ha sido especial blanco la Santa Iglesia en España, de mas de medio siglo á esta parte. Salvada de la universal inun– daeian del arrianismo. aquel dia eternamente glorioso on que UD Rey. hermano de un Roy mál'tir. y unos sacerdotes santos se juntaron en nombre de Cristo y dijeron: creemos en el Padre. en el Hijo yen el Espíritu Santo, yen Jesu– cristo nuest¡'o Redentol' y Salvador, como lo cree y lo eo– seña el sucesor de Podl'u; penetró en la sociedad española y fecundó su vida, y la robusteció y dotó de UDa fue rza ma– ravillosamente poderosa, á la manera que la savia se infiltra en las venas del árbol y le hace producir flat'es y frutos. y que el calor se ampara del agua, y convierte su inercia y frigidez en una potencia irresistible. Aquel memol'able dia comenzó para esta pl'ivilegiada nacion la vida en que ha desplegado todas sus glorias, la única por la que puede subs istll', y que no se extil1guil'tl. jamás en ella, mientras esta nacion se llame EspaiJ.a, Por ella pudo conq uistar su propio suelo, palmo pOI' palmo, en una lucha que no ha te~ nido igual; por ella ha h iunt'ado de sus enemigos que la ban codiciado como rica joya, aun cuando solo ha cOlltauo CaDsu valor y con su fé pOI' marlios de defensa, Por ella no fué presa del mODstl'UO horrible, el protestantismo , que de– voró tantas naciones, ni ha sido desgarrada por otras here– g ías que ha visto pasar sobL'e sí como un fenómeno raro J pasagero . Por ella, fuerte en sus antiguas tradiciones. ó. la entrada de cada poblaciou conserva todavía una. cruz á cuyo pié se reunen y se entregall a sus.i uegos los tiernos hijos del pue– blo, 'como nos hemos reunido y hemos jugado nos01l'os en nuestra infancia, y antes de nosotras nuestrOS pJ.dres y mu– chas generaciones anteriores , que ban crecido y se han for~ mado á la sombra protecto ra del ál'bol de salud , Por esto, cU:lodo un dia, enviados de no sabemos qnien, se presentaron a una genCl'acion que del todo no ba uajado aun al sepulcro. y le ofl'ecieron una extraüa f¡'uta de un ¡jI'– bol muy ponderado, los individuos de aquella geoerac ioD. dij eron sin vacilar un instante: nosotros no conocemos esta fruta; y la tiraron por el suelo y volvi eJ'on la espalda á los (Iue se la habian presentado, Mas estos repusieron: ¡Oh gen– te degradada y embrutecida por la ignorancia y el fanatili-
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