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-6- ul'an proceso comenzado en el tribunal de Caifas, se han ido acumulando de siglo en siglo nuevas r iezas. para for– mular algun cargo contra el J usto, hasta e pretendido fallo con que un desdichado escritor, arrogándose la autoridad de juez , ha pretendido a nuestra propia vista, arrancar de la frente del Salvador su aureola divina iy rasgar los glo– riosos y legitimos timbres de su generacion eterna. Un dia y otro dia no ha cesado el Sanedrin de los impíos de llamar á Cristo ante el tribunal de su razon, y de interpelarle con la misma pregunta que le dirigi ó el Pontífice: te conjuro nos digas si efes tú el Cristo, el Hij o de Dios bendito; y de oir con terror la respuesta que dió J esu;;, repetida como un cco inmenso por boca de cien generaciones y confirmada. por mil prod igios: sí. yo soy, y ve¡'cis al Hijo del Hombl'e sentado a la di estra del poder de Dios, ven ir en las nubes del cielo'. Esto no obstante, y el transcurso de diez y ocho y medio siglos no han sido suficientes á extinguü' el ód io que los judíos concibieron contra el Niño de Belen, y en que han tecido dignos herederos. El Mio siguo, y con el ódio, la persecucioo, y con la persecucion, todo género de fraudes, de violencia; y crueldades; bien que los tormentos que no han podido iuferirse al cuel'po real de Cristo impasible, se han descargado sobre su cuerpo místico, la Santa Iglesia. y la Iglesia ha sufrido y sufre la pasiou del Salvador. Yen el dia de hoy sus horas son t¡'istes, porque se han multipl icado los que le causan tribulacion, y son muchos los quc se levantan contra ella: y la atacan con todo género de armas, bajo mil formas de guerra diferentes . Entre sus adversarios, unos oc upan francamente su puesto en el campo enemigo, frente a frente de la que quisieran destruir. dr.sde donde le disparan sus ( enconados tiros.... Qtros finj en ruwx:tau..ecer bajo sus tiendas', ) empeñados tenazmente en' retener la divisa de los fieles de– fensores, a fin de no inspirar dea:confianza, herirla á traicion y perderla si pudieran. Con hipócrita ademan, el dolo en el \ corazon y la seduccion en 11')5 lábios, al tratar de las cosas de la fé y de los intereses de la Iglesia, alteran los hechos, I cambian los tél'minos, confunden las cuestiones, y enlazan con astucia el err0r con la verdad, para engañar á. los in- cautos y hacer desertores en los soldados de Cristo. No re- ' pararán en postrarse humildemente ante el altar de Dios y cubrirle con densa nnbe de incienso para. robar en la oscn·
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