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66 LA BELLAEASO llejeras, el voceo infantil de los periódicos, la bulli– ciosa invasión de los bañistas, el oleaje de la mu– chedumbre que va y vuelve de la plaza de toros, el estampido de cohetes y fuegos artificiales, la sono– ridad metálica de las músicas nocturnas á la luz ca– prichosa de J¡:¡s iluminaciones. Sacudía joshepa la modorra de la viciarural, limpiábase de la roña del caserío, saltaba por encima del monótono y fatal circulo de las labores agrícolas. Al festejar interna– mente esta emancipación acord,1se de Martín y le miró, y observando su entristecido rostro midió la intensidad del sacrificio. Súbita ternura , cual renue– vo de la juventud del alma, se enseñor eó de ella, y aproximándose al marido le dió besos y abrazos hasta que Martín, molestado por tantas efusiones delante de testigo, se desasió toscamente:-¡Basta, basta! J oshepa salió á la ventana y comenzó á llamar á Tomasha y Pachika que se estaban lavando en el aska. Acudieron las muchachas y su madre les con– tó, en baskuenze, lo que ocurría . - Qué dicen las chicas?- preguntó Castro-Elvi– ra, deseoso de conocer los sentimientos de toda la familia. -És ta, la Tomasha, muy contenta; es como yo, le gustan siudades. Esta otra, á que no piensa usted lo que dise?-Y j oshepa se echó á reir. - jesús, ené! Si se rá caserota..... Pues dise, á medio lloran– clo .....-j oshepa se interrumpió de nuevo porque le sofocaba la risa-clise: ¡Ay madre! vamos á dejar las vacas! qué lás.tima en el corasón! El marqués la miró con sorna; Joshepa, con lás– tima; Tomasha, con burla; Martín, ah! con ternura infinita; y Pachika, avergonzándose, se fué del cuarto. Los restantes puntos del negocio se ultimaron en seguida. Martín saldría por Febrero ó Murzo pró-
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