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A. CAMPIÓN 59 Las dos hermanas, sin ninguna muestra de em– pacho ó disgusto, como desmintie.ndo ·á su madre, se encasquetaron los capirotes de arpillera y se me– tieron en el establo . Andre Joshepa, despechada, meneó la cabeza y á sus labios acudieron palabras de reproche por tan completa carencia de presun– ción femenina; mas se contuvo viendo el pésimo talante de su marido, que la persuadía á no mal– gastar pólvora en salvas y á reservarla para el ata– que supremo. Subieron las escaleras, y antes de entrar en el ••cuai·togrande,,. donde aguardaba el marqués, Jo– shepa se calzó las alpargatas que había dejado á la puerta para correr más lista, y dijo á media voz: -Quítate la boina, hombre! -No me da la gana!-contestó Martín, cuyo mal humor iba en aumento. A horcajadas el marqués sobre una silla fumaba un veguero, próximo á la ventana. Al ver á Martín se sonrió. - Hola! el de Lizar etc.; bien venido! Cierren la puerta, por Dios, que se establece corriente de·aire y aun estoy sudando. Ustedes no conocen las mu– chas ventajas que disfrutan los ricos: la de acata– rrarse sin ton ni son ..... ¡Dichosos los ojos que le ven á usted, señor Zube ldia. Por qué diablos con– trae esa cara, como si estuviese padeciendo de to– rozones? ¡Cuánto más campechana es la mujer, la andresa; no es e~te el tratamiento? La conozco; es– tamos en relaciones ..... lícitas, claro es. Venía á mi hotelito con nuestra lavandera, á hablarme de la venta del caserío. Lo confieso; yo juzgué que uste– des se derretían por empujármelo. Hablamos del precio; esperaba una petición razonable; pero esta buena señora incurrió en tales exorbitancias!. .... ·Ahora me dice que lo hizo para que yo rebajase ..... Suponiendo muchas ganas de vender, di orden de

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