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58 LA BELLAEASO hora te estamos esperando! ¡Ven pronto, pedazo de borrico! ¡ Verás si te meto la pértiga! Martín, para comunicar que se había enterado, moduló un grito, ondulante desde el registro grave al agudo, tomó asiento en un fajo de helecho y car– gó la pipa. A los diez minutos, mientras fumaba len– tamente, entreteniéndose en seguir las nubecillas de humo, sonaron pasos sobre las piedras y a·pareció andre J oshepa. -Estás ahí-exclamó colérica-fumando, go– zándote en mi impaciencia! No sé si eres hombre ó una planta de berza. Muévete, ven conmigo. Per– manecer ahí, inmóvil, sin dar cara, como las lechu– zas, acaso acaso arruine á la familia! Y agarrándo le del brazo Je obligó á levantarse y seguirla.Junto á la puerta del caserío había dos montecillos de fiemo, el conten ido de tres ó cuatro banastas, á lo sumo. Dentro del zaguán, Tomasha y Pachika estaban sentadas tranquilamente. -Qué es eso, holgazanas ?-preguntó Martín descargando el mal humor;-no es esta ocasión de echarse á la bartola. - La madre nos ha .....- replicó Tomasha. Joshepa la interrumpió: - Tienes unas cosas, hombre! Arriba está el se– fior marqués, y se te ocurre limpiar el establo . No se podía aguantar el olor; el señor marqués comen– zaba á echar las tripas. Además las muchachas se avergüenzan de ponerse tan sucias delante de un caballero. Ello puede pasar delante de hombres co– mo tú, para quienes la cosa mejor del mundo es el estiércol. -Esta es casa de labranza, y si á ese señor mar– qués le dan asco nuestras faenas, que no venga. Hay casinos en Easo donde olerá mejor . Vamos, Pachika, Tomasha, -y produjo en la boca un cas– taryeteo de arrear caba llos,- á trabajar!

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