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A. CAMPIÓN 57 bodas? ¿Por qué era blando, complaciente, amigo de pedir consejos y pareceres á la familia? ¡Ah, si hubieseseguido los derroteros de Lucas Erkizia, el de Chokotegi; los de Elías Leizaur, el de Artzaye– neu; del par de brutos que mandan 'sin preguntar y tienen á la familia metida en un puño... subiría.aho– ra á la habitación y echaría al marqués por la esca– lera, y. rompería la pértiga contra las costillas de la andre, por novelera y entrometida! La costumbre, al principio, es una piedrezuela que el mefHque de la izquierda desvía; después, una montaña cuyo descuaje requiere dinamita: el después estaba en– seiíoreado de la situación. ¡Era tarde, demasiado rarde!¡Imposible contener hoy con dique improvi– sado á las aguas que se desbordaron! Martín cuando llegó frente al caserío describió un semicírculo para penetrar en el belartegi, situa– do en el saliente ó martillo del edificio. Mientras él se ocupaba en descargar la carreta, Pachika condu– jo á la cuadra la yunta desuncida. Volvió al punto, pero el padre la despachó, diciendo con rabia: - Me sobra tiempo; no necesito ayuda. Llama á m hermana si está en el río; sacad el fiemo y amon- 10nadlo junto á la puerta; limpiad la pocilga; re– volvedlo todo: á ver si con el mal olor se marcha ese hombre, ó se ahoga de asco! Martín de suyo era cachazudo y flemático; pero aquella tarde extremó la lentitud de sus movimien– tos. De vez en cuando llegaba á sus oídos la voz de andre J oshepa que se reía ó hablaba gritando. "Es– tá de buen humor; mala señal, mala, mala.,, De pronto la mujer, sacando sin duda medio cuerpo por la ventana, pues se le oyó perfectamente cuan- to dijo, comenzó á increparle: . -Martín, hombre de Dios, ¿qué haces? ¿te has muerto? ¿se te ha caído la carreta encima? Pues si estás reventándote, ¿por qué no llamas? ¡Hace una
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