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48 LA BELLAEASO - Mira, Torretei-dijo al cabo, - las mentiras po– drán valer allá, en Easo; aquí no pasan. Tus padres no te han llamado porque se casa tu hermana; son los amos quienes te han echado á la calle. Estaban hartos de ti, de tus escapatorias nocturnas al baile de la Bustiola, de tus sargentos y de tu brutal idad para manejar las cosas. Has roto una tienda entera de cristaler ía y porcelana. Tu padre, enterado por , ellos de los bailes y demás, te ha traído, y ah í es– tás y te estarás en el río, refrescándote invierno y verano. Así como así, á las mujeres y á las perras que tienen calor se las alivia con agua . Las lavanderas miraron á Dorotea . Eulalia se alejó lentamente . La muchacha, encendidas las me– jillas cual si le hubiesen dado de bofetones, no acer – taba á revestir una actitud indiferente, al verse blan– co de tantas miradas maliciosas. -Jesús, qué mujer! qué lengua!- cxclamó por decir algo. Una de las lavanderas. como quien no dice cos::i, ariadió: -Eular i lava por cuenta de la Mari Engrasin, la– vandera de los señores de Alzaga . - Pues la Mari Engrasia no le ha metido esos cuentos,-replicó Dorotea, reponiénctose;-los se– ñoítos han sen tiro mucho que yo me sa liera. Ya lo creo; bien contentos se estaban, pues! -¿ Y tú también alli?-preguntó Tomasha. - Buena casa, es . Si vierais la señora ..... no me alcuerd o cómo le llaman los de la calle, por burlas, ferlesia ó..... siempre tan elegante; trajes de erraso, muchos relumbrones en las orejas . El gusto de aq uélla era venirse ñ la cosina pa hablnrse con nosotras; no tiene orgullo aquélla, no . Que era de clase artesana, hay oído ..... -Sí, mujer; del caserío Iskonegi , de Lasarte, ¿no sabes?- - intcrrumpió una de las lavanderas,
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