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42 LA BELLAE.-\SO - Ah! si yo te tuviese de día, como él te tiene, no te soltara al anochecer . - Entra, hombre: hay sitio para los dos. - Mas no tiempo para mí. - Y eso? · - Voy á una boda. - Ah!..... eres el novio? - Si tú eres la novia, sí!. - Yo tu novia..... ja, jay! Dime, quién se casa? - La Doloresch de Urreiztieta, no lo sabes, 6..... - No me acordaba. - Luego pasaremos de vuelta. La comida es en Hernani, á la moda de los caballeros; sanpañ y to– do; adiós; se me hace tarde. - Adiooooos!- replicó Tomasha, arrastrando la salutación con su más meloso tonillo guipuzcoano. La o se prolongó como la vibratión de un cristal. - Huyes del agua para arrimarte al vino; ja, jay! Y-mientras Marchiku, á zancadas, desaparecía, Tomasha le daba zumba con el argentino cascabe– leo de su risa. II Concluyó de amanecer. A or iente, entre los des– garrones de las nubes, el sol, sin rayos, pintaba de color de naranja el cielo. La claridad invernal se difundía por la tierra encharcada y las aguas verdo– sas y amarillentas del Urumea.Las orillas no partici– paban de la tristeza ambiente, hecha de verdor mustio, de ramas sin hoja y de luz mortecina. Las lavanderas bajaban al río, unas trayendo fardeles y canastas, acarreando otras agua para la legía casera. lnmer gidas hasta media pierna, con vigoroso brazo comenzaban á estrujar y refrotar sobre el banqui– llo la ropa, de la cual se escurría In jabonadura á

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