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PRÓLOGO VII otro puñado de asturianos, gallegos, andaluces y vascos andan por ahí pregonando las supuestas excelencias de sus respectivos c~ntos popu lares, etc., etc., etc ..... Vanidad estúpida! No acepto como mercancía artíst_ica legítima la que no lleve el mar– chamo de la_capital. Campión, repito, debió ir á Madrid, saturarse de l aire puro que allí se respira é ingresar en algún ce– náculo de esos literatos modernistas, que faltos de ideales, sin fe en el resultado de movimientos so– ciales progresivos ó regresivos, encerrados en pesi– mismo absoluto y gimoteando como pobres muje– res histéricas, son el fruto genuino de una decaden– cia quizás irremediable. ¡Otro gallo le cantara si así hubiera obrado! Las trompetas de la fama hubieran pregonado á los auatro puntos cardinales las exce– lencias de su labor literaria. Yo también ¡pobre de mí! come to en este mo– mento otro pecado mortal. He tenido la debilidad, Jo confieso humildemente, de ceder al ruego de mi amigo, escribiendo este prólogo, convencido, y esto es lo más punible, de que carezco en absoluto de condiciones para la tarea. Ahora mismo deseaba indicar que en La Bella Baso se admiran también, como en las anteriores producciones del autor, las galas de un estilo flúido, natural, sin amaneramientos de ningún género, ele– gante y castizo; pero ¿será este juicio mío exacto, ó siquiera aceptable? He tenido ocasión de leer en los diarios de San Sebastián críticas de discursos pronunciados por Campión con motivo de las anuales fiestas euskaras ó en otras circunstancias, y siempre he visto que se encomiaban las galanuras de su prosa, cualesquiera que fuesen, por otro lado, las opiniones del articu– lista re specto a! fondo q.e los asuntos objeto de los tales discursos.

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