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CAPÍTULO SEGUNDO I URANTE un par de meses no tornó á hablar– se del asunto . Martín, como el obrero ex– "'""'"'''·" traído de entre los escombros del hundi– miento, comenzaba á respirar sueltamente. Al principio andre J osnepa volvía del mer– cado sonriente, locuaz, encandilada. Refe– ría minuciosamente todo lo que había visto en Jayápolis: la elegancia de los señores, el lujo de los. carruajes, la afluencia de forasteros retenidos ó atraídos por los festejos de última hora, la fiebre de nuevas construcciones. -N i Madrid!- exclamaba, á guisa de epifonema, juzgando que la raquítica capital de España es una de las maravillas del mundo. Estos desusados acentos ponderativos descubrían á Martín la orientación pasional de su mujer. Po~o después readquirió andre Jo shepa su as– pecto ordinario, subrayá ndose la expresión grave del rostro COR aires de cautela que frecuentes cule– breos de mal humor pert urbaban, sin causa visible á veces, y otras indefectiblemente provocados por cualquier ras20 jovial de Mar tín.

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