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36 LA BELLAEASO las quieran echar de ordinarios; acostumbrados á los precios caros, á poco que se les dé gusto se les puede clavar bien las uñas. Pero el casero que baja de Goyerri con sus abarkas, á vender ó comprar ganado, ó despachar algún asunto de papeles, ése trae de casa todo el dinero que necesita, y aún más, y :,i le ll enas la tripa con cosas de su satisfacción, paga sin regateo. Tendremos ric.:asidra, eso si! Qué te diré del linternero, del ebanista dueño de taller? Mírales, mírales: traje de paño negro, la papada les roza el cuello de la camisa muy fina, con tanto br i– llo y almidón como la del marqués. Que no llevan corbata? bueno; el estómago les hincha la pechera. Esos los días de fiesta necesitan una buena merien– da ó una buena cena; y luego, á estar contando cuentos, ó á jugar al mus, ó á cantar zort zikos. También les gusta mirará una chica guapa, como nuestra Tom asha. Esos no son como los señoritos, que ~n seguida se propasan y empiezan á decir y hacer indecencias. Gente formal, de buen apetito . Y preguntas qué haremos? Si el marqués paga caro, vender, vender. Ahora ésos ti enen la chifl adura del campo; piensan q.ue les aprovecha á sus cuerpos medio podridos. Yo en la mano les pondría la aza– da, y sobre las espaldas la canasta de fiemo; verían entonces lo que es el campo! Esos no buscan eco– nomías, sino bambolla y nuevas di,,ersiones. En la ciudad están siempre bostezando; piensan que aquí no se les abrirá la boca? Martín, tú no sirves para el caso; yo me encargo del asunto . Mañana sabré quiénes y cuántos son y cómo viven esos marque– ses. Andan tantos tron ados por ahí!..... La Modeshti de Garate me dirá lo que sepa, y sabrá mucho: va– liente bruja es aquélla! Les habrá sonsacado á los domésticos hasta la última noticia; .no te digo que es una bruja? Tú, quieto mientras suena' la hora de meterse los hombres. Verás, verás cómo me las

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