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34 LA BELLA E.,\ ::,Q En aquel mismo instante regres,1ba andr e Joshe– pa del mercado de Ja yápolis, con la enorme canas– ta casi vacía sobre la cabeza. Por entre el paño blanco de la cubierta, arrebujado y lacio. asomaba el cuello brillante de una botella. Caminaba erguida y airosa; su cuerpo cenceño conservaba la soltura de la juventud; el continente era grave, severa la expresión del afilado perfil curtido por la intem– perie. Martín la vió abrir la puerta, la oyó subir la es– calera pisando fuerte los crujidores peldaños, en– trar en el dormitorio, senta rse sobre el cofre, arro– jar al suelo los zapatos, andar sordamente sobre la tarima..... No tardó mucho en entrnr adonde él es– taba, vestida de faena, comiendo un pedazo de pan y dirigiendo miradas escrutadoras . - Me ha dicho Tomasha que un caballero ha es– tado hablando contigo largo rato; ¿qué se le ofrecía? Maldijo interiorment e el padre el celo reporter il de la hija.-" He de hablar,,'-pensó . Y para no ha– blar tan pronto sacó de la faja !a tarjeta, arrugada y pringosa. - ¡Ah!-exc lamó andre J osepha, después de leer– la,- un marqués que vive en el paseo de la Playa, número 18. Un marqués!..... será de los tronados? "Castro-E lvira,,; yo he oído este nombre ..... Ah, sí; me acuerdo; lava la ropa de ellos la Modeshti, la de Garate. Pronto sabremos quién es y todas las co– sas suyas. Por qué te ha dado esa tarjeta? desea que le visitemos ó...? ja, jay! Las interjecciones de la lavande ra, en tono c;ie risa zumbona pronunciadas, acrecentaron el mal humor de Martín. -Dice que estaba como un chocho mirando á Tomasha mientras cargaba fiemo. Qué buscará ése? . . . . ' ¡a, ¡ay; 1a,¡ay. Se reía cada vez más estrepitosamente y con más

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