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A. CAMPIÓN 31 le duelen las tripas. Ah! si yo fuese adivino le pedía á usted cinco mil pesetas más de las que pensaba ofrecerme, y teníamos el justo precio. AMartín le dió un escalofrío y formó el propó– sito de n<;> ofrecer cantidad alguna, aunque le des– cuartizasen. Si le ofrezco poco, pensaba, se enfadará el conde; si bastante, me clava. Que no se atreviese á ofrecer es lo que perse– ouía el socarrón de Ajarte. Durante media hora se ~stuvo divirtiendo en lanzarle á la oferta, provo– cándole de mil modos. El aldeano se encastillaba en su mutismo, y como no chistar indefinidamente le parecía pecado grave, de vez en cuando pronun– ciaba una sola frase: - El vendedor pide. - Corriente,-replicaba el conde,-pero el com- prador ofrece. ¿QLtiere usted que saquemos á su– basta el caserío? Fué como la explosión de una bomba; Martín perdió la cabeza. Por primera vez, desde que había comenzado la negociación, se a;ru mbaron las cau– telosidades aldeanas y se expresó francamente: - No, no; pagaré lo que sea justo, y algo más, señor conde! - Acabáramos; por ahí debió de empezar. Ah! si usted estuviese dentro de mi pellejo, y fuese yo el comprador, cómo me sacaría el redaño! En fin, pues– to que se propone usted pagar más de lo justo, co– rriente; no es cosa de desairarle: más de lo justo pagará. · - Me he perdido!-pensó Martín, y su boina ca– yó al suelo después de ·padecer nuevos estrujones de lavandera.-Más de lo justo he dicho,-añadió, - pero... pero.... - Era figura retórica, 110 es eso? Le explicaré el terminejo: las figuras retóricas son unas cosas que se. dicen para engañar ..... Vaya usted mucho con Dios!

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