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VI PRÓLOGO manos la menor indicación, el más breve apunte bi – bliográfico de Blancos y Negros,':i ¿Cómo explica r el silencio de la crítica profesional? La pregunta no admitía más que una sola contestación. In dudable– mente mi op inión personal era fundamenta lmente errónea, por carecer yo de aptitud é ilustración su– ficientes para el caso. Después llegué á saber que autoridades poco dispuestas á manejar el incensa– rio, Unamuno entre otras, habían escrito al autor cartas altamente laudatori as de su trabajo. 1 La no– ticia me consoló y reconcilió un poco conmigo mis– mo. Pensando y reflexionando acerca del particu– lar, caí por fin en la cuenta de que el amigo Cam– pión había cometido grave pecado mortal en su vi– da. Debió haber cogido, mucho hace, su tintero, pluma y cuartillas en blanco, y haberse trasladado á Madrid, la Atenas moderna, la vi ll a monopoliza– dora de la ciencia y del ar.te en todas sus manifes – taciones, el centro desde el cual irradian por todas las Españas, y aun qui zás por el mundo entero, los fulgores de un arte depurado é imposible de con– trefar;on. ¿A quién se le ocurre permanecer encerrado en Pamplona? ¿No sabe Campión que en provincias no viv en más que las gentes dedicadas forzosamen– te á la mecánica tarea de una profesión ó de un tra– bajo manu al, y aquellas que no di sponiendo de ren – tas suficientes para disfrutar de las del icias intelec– tuales y materiales de la corte, tienen que conten– tarse con llevar una existencia análoga á la de un pino ó alcornoque? U nos cuantos tontos catalanes tienen la ridícula pretensión de poseer ar te dramático y arquitectura y pintura y ¿qué sé yo cuantas cosas más? propios; ' Una.muno escribió a.demás un articulo critico de la obra en la. Revista de Archivos y Bibliotecas.
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