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266 LA BELLA EASO · - Sigue!-o rdenó Lajuméra, notando que cami– naba solo. Aguardó unos instantes ; Tomasha permanecía inmóvil. -Sígueme, he dicho!-reiteró la orden áspera– mente. -No!- replicó Tomasha. Fué un "no,, inapelable; el centelleo de una deci– sión diamantina. Lajumera lo entendió así. El remordimiento de la propia culpa, que le rondaba el alma, le anonadó las energías. - Sígueme! te lo pido de rodillas, por ese hijo á quien vas á privar de padre ..... Toda la ternura de que era capaz gimió en la sú– plica. La tierra nativa tomó voz en Tomasha: - Si te siguiese, como vosotros sería: si me que– do ..... ¡será como nosotros! Reinó un silencio solemne, interrumpido luego por unos pasos vacilantes, como los traspiés de un borracho, que se alejaban. Tomasha atravesó la vía del ferrocarril por Ate– gorrieta y se internó montes arriba . En la cumbre de una loma se paró á tomar aliento. Amanecía; las nubes plomizas y revuelta s cernían una luz turbia. A los pies de la loma alineaba sus edificiosjayápo– lis. Divisába se la Avenida por donde rodó triun– fante la carroza de la Bella Easo. Los ojos de To – masha, ardientes porque parecían negros, suaves porque eran azules, se llenaron de lágrimas, y la pe– sadumbre cruel, avara del consuelo que procuran, no las permitió correr más de una á una ..... Por encima de las casas lucían los cohetes de la eterna fiesta, al son de la tamborrada. FIN

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