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A. CAMPIÓN 27 las mejillas el horno de una frag~ta,y bajó la cabe– za, esquivando la mirada risuefia de Ajarte, que le buscaba los ojos. -No me chanceo; digo la verdad pura. Oh! no piense usted que Lorenzo de Zubeldia era un pela– fustán. Entonces estas cosas se hilaban muy fina– .mente; ni á cien tirones se hubiese casado con él Feliciana,de no constar que el Lorenzo era hidalgo. Disipóse el recelo de Martín, respiró á sus an– chas, y en su cara se reflejó el pensamiento que no se habrhl atrevido á manifestar de palabra: "qué te– nemos con esto? adonde vamos? me vende usted, sí ó no, el caserío?,, -Es toy en ello, hombre! Los viejos somos ami– gos de divagar, pasando de un asunto á otro, enzar– zando y tejiendo las ideas. Lorenzo de Zubeldia vino á Gipuzkoa, como dije, el año 1701; de 1701 al afiode gracia en que vivimos, 1896, van ciento no– venta y cinco afios. Hermoso espectáculo que ·hoy sólo es dado contemplar en este rinconcito de España y en algún otro de Europá. Si usted me entendiese Je repetiría algo de lo que dicen los sabios acerca de esto..... No hay memoria de que los abuelos de usted y los míos riñes.en nunca entre sí, ni acudiesen á los tribunales. Algunas veces ustedes se veían nece– sitados y acudían á nosotro~; les prestábamos el di– nerillo y nos lo devolvían honradamente . Las ren– tas se pagaron con puntualidad mientras Dios quiso que hubiese cosechas, y aun durante las guerras civiles y extranjeras, los Zubeldia cumplieron sus compromisos mediante alguna rebaja por la calami– dad de los tiempos. Ciento noventa y cinco años..... ¡Caramba! mucho sudor han vertido ustedes sobre esos terruños. Si estuviese aquí algún socialista di– ría que la tierra era de usted; que yo le debía indem– nizar tan prolongado trabajo, el cual aventaja al va- · lor de la cosa.

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