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A. CAMP!ÓN 257 -Qué anda usted, Facundo? en busca de mi marido? Machose sonrió irónicamente; sus labios desco– loridosse pegaron á las encías, dejando al descu– bierto los dientes sucios y careados. El rostro ad– quirió la expresión de una alimaña que va á mor- . der. Tomasha no había visto nunca un rostro hu– manodonde tan íntimamente se compenetrasen la fealdadmoral y la física. Se estremeció. -Ni yo ·ni nadie es capaz de buscará tu marido. Tomasha le miró llena de sorpresa, porque no comprendió lo que decía. - Tú no tienes marido. Volvió á estremecerse Tomasha. - Dios mío! algún desgrasia?.... Acaba de salirse de aquí..... -Aunque l'habrían echau fuera el hígao no ten– drías razón pa llorar..... digo qu'el marido tuyo no es marido; que tú eres una mujer arrimaa: riñones! Que Perico está casau, que su mujer se llama la Florentina, que los jueces están advertidos y maña– na lo encerrarán en la cárcel..... Él querrá escapar– se y que tú lo sigas..... Te faltará vergüenza si no !'echas un frasco de vitriolo á la cara..... Vaya, qu' aproveche la noticia; la cual qu'es verdá, te lo juro por estas..... Macho formó una cruz con los dedos índices, en– costrados de mortero, y la plantó delante del rostro lívido de Tomasha. - Mentira, mentira!....-gritó ella en voz ronca por la angustia. -Verdá, verdá!-replicó Macholevantandoen alto la cruz, como para intensificarsu valor probatorio. Una nube negruzca empañó la visión de Toma– sha, y al través percibió que Facundo se alejaba. Llamó á la criada y le ordenó que atendiese al des– pacho. Ella se sentía enferma. 17

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