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256 LA BELLAEASO cidad..... Prepara dos ó tres líos de ropa; la que pueda llevarse á cuestas. Ahora estorbarían baúles. Mañana nos vamos. -A dónde? -A América. -Josus! te has vuelto loco? -He dicho á América?... de veras estoy trastor- nado ·por la mala noticia: á Francia, al país de Yane– ta; le pediremos cartas. Corro á Eguren; tu padre me ha de entregar dineros. -Me voy contigo. - No puede ser; llamaríamos la atención; hay mucho curioso, mucha policía..... Acaso tus padres me acompañen á la vuelta. ¡No nos vamos al cabo del mundo! Viviremos tocándonos: unos cuantos montes de por medio. El tono de Lajumera fué imperativo; Tomasha no se atrevió á insistir. Desde el incidente de Mar– chiku le había cobrado miedo: cualquiera contra– dicción le encendía en los ojos la rabiosa mirada que precedió á los primeros golpes. Ella suspiró y dijo: - Por Dios! que vengan, que me despidan! Lajumera se vistió el impermeable y se calzó las polainas. Los signos del tiempo auguraban un tem– poral duro. La región del mar estaba imponente con las nubes y el mugido lejano de las oras. Desde el portal de enfrente Facundo Macho ob– servaba cuanto ocurría dentro de la taberna. Pe– rico se detuvo en la puerta. Comenzaba á llover y se caló la capucha. Hizo movimientos de impacien– cia con la cabeza, después de mirar al cielo, y se fué calle abajo. Apenas dobló la esquina, Macho cruzó la calle. Tomasha, pensativa, rebosantes de lágrimas los ojos, estaba junto al mostrador. Las huellas de pena recrearon á los ojuelos felinos de Macho.
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