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26 LA BELLA EASO -No, señor conde; yo no Jo ques! Muchos mu– chos! abuelos y más abuelos míos allí..... Nosotros diferente de ustedes, sin escritorios.... . abuelo de ayer tampoco me acuerda cómo se ellama..... abue– los piejos, menos. El conde se sonrió, gratamente acariciado por la alegría que iba á provocar. Profesaba la creencia de que el castellano es la lengua imper::itiva y utilitaria, la lengua de las relaciones políticas, juíidicas y eco– nómicas; el baskuenze, la de los afectos íntimos y familiares. Comenzó á usar el idioma de la tierra, y Martín, sin saber por qué, adivinó que tenía ganada la partida. -Casualmente, el viernes anduve revolviendo papelotes de antaño, buscando antecedentes, y sa– lieron los de usted. Los leí por curiosidad..... Oiga; el año 1701 vino de Nabarra, de Goizueta, un Lo– renzo de Zubeldia, á casarse con una tal Feliciana de Born e, huérfana, !Jijade Lorenzo de Bozue, úl– timo inquilino del caserío ..... - Hay memoria de ellos, señor conde. El cuarto mejor de la casa se llama el cuarto de Lorenzo: na– die sabía quién era el tal..... yo se lo oí á ·mi pa– dre; éste, al suyo ..... Tampoco sabemos quién es Martín; existe el cuarto de Martín. - El hecho es curioso. La tradición conserva el ·recuerdo de lo pasado, á retazos. Salvó el nombre y perdió la persona. Del Martín nada sé. En cambio me consta que Feliciana era prima segunda de do– ña María del Carmen de Bozue, primera condesa de Ajarte. Nuestros antepasados, por tanto, eran parientes. Lo sospechaba usted, Martín? El conde al preguntar se rió. Toda su persona n:bosaba amabilidad y benevolencia. Su mano seca de viejo, blanca y iarga, posándose sobre la abulta– da rodilla del aldeano, le sacudió suavemente la pier– na. Martín se puso más colorado que si le tostase
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