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246 LA BELLAEASO nueva se sentaba á participar del festín acaparado por los demonios!.... Lajumera experimentó cierta lástima y se torció el curso de sus pensamientos. Poco há, la conducta de Macho le parecía infame, estaba resuelto á poner en claro el asunto del anó– nimo, empleando la violencia si fuere preciso; aho– ra, en el fondo de la conciencia oía la alegación de alguna atenuante que le desconcertaba. · -Al hospital van-dijo-los pobres sin amigos pudientes. Yo soy amigo tuyo y algo puedo. Deseo que compartas mi bienestar; ¡hemos padecido tanta hambre juntos! Perico razonaba más fríamente que al tiempo de comenzar el diálogo: el rompimiento con Facundo acarrearía la catástrofe. -Te veo viejo, cansao..... Por esto te me has vuelto agrio. Mira, si quieres seguir trabajando, no digo que no..... pero ya no lo necesitas. Desde ma– ñana te señalo dos pesetas diarias para que tomes el sol, Facundo, como un caballero..... Pero no se lo cuentes á nadie: me caerían otros compromisos ... Vente mañana temprano á casa; inventaremos algu– na fábula que dé razón de tu bienestar..... ¡Como si fuese el primero de mes! Te entregaré la mesada completa. Lajumera esperaba leer en el rostro de Facundo la alegría y el agradecimiento. Le miró tranquila– mente y se estremeció ante el desengaño. -Guárdate la limosna pa tú; yo no la quiero. M'has enseñau que la limosna es la cadena que los ricos echan al cuello de los pobres. El discípulo denostaba de inconsecuente al maes– tro; la envidia se revestía de puritanismo doctrinal. Lajumera comprendió que no reduciría á Macho. Descorazonado, quiso aun probar fortuna. -No es limosna; es un acto de solidaridad..... un rasgo de altruismo.....

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