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A. CAMPIÓN 245 -Como tú no lo descubras-replicó Perico, en cuyosojos brilló un resplandor de amenaza;- pero no tengo á un hombre de tus pelos por soplón, Fa– cundo! -Me dan ganas..... -Por qué? te hice yo alguna fechoría nunca? He- mos vivido sin reñir, hemos untado mucho pan duro en agua..... Esa es la amistad que me tienes? Por qué? A los ojos de Macho asomaba la envidia su ca– bezade víbora. -Por qué, por qué?-insistió Perico, alterada la voz por los sollozos. . -M'has predicau la igualdá, y t'has subío arriba! Te sobra dinero..... á mí me escuecen los riñones d'agacharme á recoger un jornal cochino... El sudor de la última boca abierta lo echaras en tus sábanas, y yo, en las prestás del hospetal! La fealdad físicade Macho, acentuada por la ex– presión que imprimían sobre su rostro las malas pasiones del alma, era repulsiva: cara con el relieve óseo de una calavera recubierta de piel cetrina, na– rices chatas, boca de carrillo á carrillo, hendida en– tre labios delgados, dentadura rala y sarrosa, barba espesa y revuelta, invasora de los pómulos. En los reproches acabados de proferir sonaba, dominando á la envidia, el acento de la miseria, la tonalidad que en la garganta dejan los suspiros del cansancio, los anhelos irrealizables de mejora y las ansias de las privaciones perpetuas..... Lajumera se fijó. entonces en la ropa pobre de Facundo, en su traje compues– to de tres prendas descabaladas, en su camisa de pechera angosta que no podía abrocharse, en las al– pargatas terrosas, en la figura abatida de viejo pre– maturo..... Macho permanecía sumido en el infierno social, esperando á que el redentor prometido abrie– se las puertas, á la vez que el profeta de la buena
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