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232 LA BELLAEASO ña. Ni por un momento se nos ha ocurrido estable– cer ningún linaje de solidaridad entre el acto de un joven inexperto y extraviado, aplaudido por un gru– pito de filibusteros peninsulares, y la española ciu– dad que los soporta porque las leyes no le propor– cionan medios de expulsarlos. Dentro de una hora desembarcarán las tripulaciones y entonces res– plandecerá la única solidaridad que existe: la del mutuo respeto, la del cariño, la de la bandera que á todos nos cobija y que á todos nos parece más her– mosa que el cielo. Sentiremos muchísimo que no sea la propia persona de V. E. quien presida á las expansiones fraternales de la ciudad y de la escua– dra, pero respetamos la exquisita delicadeza de V. E. Es algo así como vestirse de luto por una desgracia de familia; no puede menos de ser muy grande la tristeza de un padre verdaderamente es– pañol, como lo es V. E. Aquí no hay ni puede exis– tir sombra de conflicto público; todo ello queda re– ducido á una cuestión personal que se solucionará por los medios ordinarios. Señor Alcalde, dígnese V. E. aceptar el champagne de honor, y brindar conmigo por S. M. el Rey y por S. M. la Reina re– g·ente,en primer término, y después por la ciudad de Jayápolis! Destapóse el champagne y comenzaron á llenar– se las copas. Después de los dos primeros brindis el alcalde brindó por la Escuadra de instrucción y por su ilustre almirante. Los grupos se mezclaron y reinó una conversación amena, festejada por nu– merosos taponazos. Zubiaur é !turbe, muy alegres, departían con los oficiales;Mazarredo y D. Víctor, en un ángulo del salón hablaban en voz baja. -No quiero dejar ningún cabo pendiente. Es el padre quien aspira al arreglo definitivo de las cosas. -Es natural. Hable usted sin rebozo, de hom-
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