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Á. CAMPIÓN 231 mientosde la ciudad y los míos personales. Desde ahora no soy ya alcalde de Jayápolis, en virtud de la ficción concertada, y me honro presentando á V. E. á mi sucesor el señor conde de Zubiaur ..... Yo espero que V. E. y la Escuadra de su mando corresponderán á los sentimientos afectuosos deja– yápolis y que ningún incidente habrá de perturbar elcurso de su animado veraneo, donde se patentizan sus hábitos hospitalarios, los cuales extremará, sien ellocupiese extremos, en obsequio á la insigne Ma- rina española. . D. Víctor, con frases de su cosecha, entrelazadas á otras del discurso escrito, logró expresar la ma– yor parte de las ideas convenidas en sesión particu– lar y secreta del municipio. Como convenía que la alusión al mantenimiento del orden público queda– se mejor grabada en el ánimo de los oyentes, puso punto final tras de ella, prescindiendo de otras ideas que le hubiera sido fácil desenvolver por haberse ya sobrepuesto á la timidez de su carácter y al em– barazo de su situación personal. El discursillo pro– dujo buena impresión á los marinos. El almirante, por breves momentos, colocó sobre su faz burlona una careta seria, y con meridional facilidad de pa– labra que recibía mucha gracia de su acento sevi– llano, sin ningún empaque oratorio contestó: - Señor Alcalde: Estoy convencido de que el es– crito mencionado por V. E., antes que un ultraje á la Marina española constituye un ultraje á los sen– timientos dejayápolis: este es su más duro castigo. Yo quisiera que mis barcos estuviesen cargados de todas las flores andaluzas, para coronar con ellas á la hermosísima ciudad baska. El insulto á nuestro instituto lo habríamos menospreciado: sobre el oro y los esmaltes de nuestra historia resbalan los dien– tes viperinos del libelo. Pero el insulto se hizo into– lerable por su hálito nauseabundo de odio á Espa-

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