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A. CAMPIÓN 229 venir de muchachas á la fuente, ensordecedoras ter– tulias de mujeres á la espera de la sardina , chapo– teo de los mukizus en el fango de la marea baja. A las diez y media apareció un landó en el por– talón y se dirigió á uno de los ·embarcaderos, en cuyas cercanías se agruparon los curiosos. Del co– che bajaron D. Víctor de Alzaga, el conde de Zu – biaur, teniente de alcalde, y el concejal !turbe, ve~ tidos de etiqueta . Los curiosos observaron que don Víctor estaba muy pálido y ojeroso, y que no saca– ba el pecho ni erguía la cabeza como de costumbre. Su aspecto era el de persona que pasó mala noche. Asimismo observaron que le flaqueaban las piernas al bajar por las escalerillas. En los últimos escalo– nes se resbaló sobre la piedra húmeda, y no tomó un baño gracias al aux ilio del celador que abría pa– so.-" Alcalde al agua!,,-exclamó uno de los curio– sos en el momento mismo del frustrado accidente. La comisión municipal se ernbarcó en "La Bella Baso,,, y el elegante bote cedido por el Club de re– gatas tomó velocísimo rumbo hacia la boca de la bahía, detrás de cuya deslumbrante línea azul, salpi– cada de espuma, Jevantabari sus sombrías moles los buques de guerra. Sobre la cubierta del buque almirante fueron re– cibidos Alzaga, Zubiaur é Iturbe, por dos oficiales que los introdujeron en el camarote, regiamente amueblado, donde Mazarredo y su estado mayor aguardaban. El compacto grupo y sus brillantes uni– formes lucían mucho en tan rico marco. Los mari– nos, corteses, pero no afables, contestaron al saludo cohibido de Alzaga, y dieron tiempo, observando absoluto silencio, á que el alcalde se desenvolviera. D. Víctor había procurado aprenderse de memo– ria un breve discurso compuesto por el secretario. En el instante de recitarlo se le embrollaban las ideas y le asaltaban dudas acerca de las fórmulas de

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