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224 LA BELLA EASO subtítulo, estampó: "Ecos de la Gran Timba,,. Fir– mó con un seudónimo basko y se guardó las cuar– tillas. Después de un rato las s2có y las releyó aten– tamente. En seguida tachó el seudónimo, y tras de un fugaz titubeo, firmó y rubricó, con sus mejores letra y rasgos, "Luis de Alzaga,,. III El artículo perturbó á Jayápolis. En menos de una hora se vendió la tirada. Los números del Gau– Chori pasaban de mano en mano. Excepto los na– cionalistas, le reprobaban todos; y entre todos, con mayor acritud, los autores de las frases y de las anécdotas recopiladas. Aunque escrito por muchos, ninguno aceptó una parte mínima de responsabili– dad moral. La veleta política marcaba otros vien– tos. Ahora la ciudad festejaba á los bizarros visitan– tes; el artículo era un insulto al "pueblo,,, una abo– minable tentativa para hacerle pasar plaza de soez y grosero: el "chico de Alzaga,, un "insensato,,, un "desequilibrado,,, un "neurasténico ávido de cele– bridad,,, un "engendro de mulata separatista y de yanqui invasor,,, un "enemigo de Easo y España,,, á quien se debía "expeler al mar por la boca de las alcantarillas,,. La reprobación clamoreaba formida– ble. El apasionamiento político arrimó cuanta leña pudo reunir á la hoguera. En nombre del patriotis– mo español ultrajado, cada uno de los partidos exe– cró del nacionalismo. Las cábalas de bandería tam– poco desaprovecharon la coyuntura. Los conserva– dores ortodoxos se dedicaban á poner de bulto la "situación insostenible del alcalde,,. Los conspi– cuos, entre ellos el petit Chamberlayn, acudieron al Gobierno civil. Por la 1~oche comenzaron á correr alarmantes rumores: que los marinos se habían re-

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