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220 LA BELLAEASO baska por su hermosura, por su linaje, por su len– gua, por sus tendencias y afectos, íntimos y funda– mentales, esposa de un maketo? Y de qué maketo! de un propagandista de la revolución que asesinóá las nacionalidades baskas, revolución cuyas últimas consecuencias lógicas destruyen cuanto ama el bas– ko, la casa, la familia, la religión, la costumbre, el individualismo; y entroniza cuanto el basko detes– ta, el ateísmo, la promiscuidad sexual, el comunis– mo económico, la panmixia étnica, la omnipotencia bestial del Estado, ensueño vil de siervos corrom– pidos por la demagogia!Horrible pesadilla, ó reali– dad aun más horrible? Ni las voces siquiera del instinto, escudo de la propia conservación, sonaban ya en los corazones baskos? Habría de admitirse, por resumen ó compendio de toda una evolución histórica, que los baskos fueron baskos mientras no les vino á la mano ser cosa distinta? Constitui– ría la nota característica del basko la carencia de patriotismo, ó mejor dicho la inconsciencia de su verdadera personalidad? A favor de Tomasha ni la excusa de la ignorancia podía alegarse: mil veces le había él predicado el evangelio nacionalista. Luis, como de costumbre, sobre un hecho parti– cular observado construía el castillo grandioso de sus ideas generales. Por la noche, en el Centro Euzkelduri habló del caso con dos ó tres amigos íntimos. Entonces le re– velaron la muerte escandalosa de Guzirako. Midió el abismo adonde había caído la infeliz Tomasha; supuso que el matrimonio con Lajumera fué un re– curso desesperado de rehabilitación, y comenzó Luis á adjudicarse á sí mismo parte de las culpas cargadas sobre su ex novia. Semejante estado de ánimo aumentó su exasperación, tanto más violen– ta cuanto menos ocasiones de desfogarla se le ofrecían.

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