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A. CAMPJÓN 23 son más limpias, más trabajadoras, más carmosas, más gordas que las de allí. La Iñasi se casó con un teniente de la guard ia civil; la Engrasi con un em– pleado en Correos, de seis mil reales. Si no salen del caserío, á estas horas estarían apilando fiemo! Martín, á pesar de que le contrariaba la actitud de Jo shepa, no pudo menos de sonreírse ante las perspectivas que fingía la imaginación de ésta, y le replicó socarronamente.: - Sí, mujer;' ya lo sabemos. En el puente de San– ta Catalina están esperando á las caseras que no quieran ser caseras los novios ricos. Por de pronto, en la caseta de Con sumos hay siempre tres ó cuatro carabineros ..... Ajoshepa le sentó mal la burla, y con trémolos de ira en la voz prosiguió: - Tú prefieres por yerno á un labrador. Pien sas que son como tú; los del día no se parecen á los de antes; sólo piensan en llenarse la tripa. Si los vieses · corno yo cuando voy y vuelvo de Easo! A las ocho de la mañana, á las cuatro de la tarde, cada uno de ellos sale de casa con su pan de libra y su cazuela, en competencia de quién lleva mejor almuerzo ó merienda á la sidrería . A la vuelta, riña á la mujer porque Juan ó Pedro estuvo provisto de bocados más finos. Andan aquí y allá, en la construcción de carre teras y tranvías, ó acarreando materiales para las obras nuevas; los jornales que ganan se los co– men y se los beben. En casa los ven á la hora de acostarse. Llegan medio borra ·chos, despertando á los niños y á la dueña, que hace dos ó tres horas duerme de puro reventada. Se co1íoce que son los maridos en lo amen udo que hacen parir á las muje– res. Éstas atienden á los hijos, lavan y remiendan, abrevan el ganado. cultivan la tierra, traen de la huerta las hortalizas, del monte el helecho, la argo– ma, las hojas ..... Al mercado de Easo, diariamente.
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