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A. CAMPIÓN 219 referirle el episodio escandaloso, y por haberse da– do de baja en el Casino tampo.co se lo trasmitió ningún otro conducto. La frase de D.ª Ambrosía despertó en Luis una curiosidad llena de simpatía hacia su ex novia, desdeñada hasta por la única persona que pudo recibirla con los brazos abier– tos!Paseó la calle á la hora que solía cerrarse el tallerde la Egilaz; no vió á Tomasha. Tres ó cuatro díasdespués se llegó á la taberna "Al valle de Lo– yola,,; el letrero había sido sustituido por otro, es– critocon grandes letras rojas que decían: "La Eman– cipaciónSocial,,. Supuso que los Zubeldía no habi– tabanallí, que se habían vuelto al campo, tal vez. Pasó aprisa por delante de la taberna y miró sin interés; al mostrador, de pie, Tomasha servía un cuartillo de vino. Ella reparó en él y . desvió los ojos, poniéndose muy colorada. El asombro de Luis fué extraordinario; aquello rebasaba todos los lími– tes de la verosimilitud. Se dirigió á un celador de plantón en la esquina; el policía se cuadró ante el hijo del alcalde. A la pregunta en baskuenze, re– plicó: -No entiendo el dialecto, señorito; soy de Rioseco. -Ah!-exclamó Luis en tono despreciativo. Y repitió su pregunta. -Le diré, señorito: esa taberna pertenece á don Pedro Lajumera, el jefe de los socialistas. Há poco contrajo matrimonio con la hija de la primera ta– berna, una buena moza que personificó á la bella Easo en la cabalgata patriótica. -Muchísimas gracias. -A la orden, mi señorito!-dijo el celador, anti- guo sargento de caballería. Y saludó militarmente. Luis se alejó, rabioso y descorazonado á la vez. Cómo!Tomasha, una hija del pueblo, una casera que aun conservaba en las raíces tierra del monte,

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