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218 LA BELLAEASO ~uz ni Julia entendían el por qué de la nueva "pi– na,,, pero reputaban el hecho por una de tantas "chifladuras,, de Luis. La luna de miel duró dos ó tres semanas. D.ª Ambrosia, en sus más íntimas confidencias solía quejarse porque sus hijas y su marido la arrinconaban. La queja no se inspiraba en el escaso cariño que de esa conducta cupiera ar– güir, según al principio imaginóLuis, sino en el des– pecho por no participar de toda la vida mundana de ellos. Un día D.ª Ambrosia, como quien se aligera un peso del corazón, dijo á Luis: -Ay , querido mío! hasta ahora no te lo he di– cho..... ¡Cuánto me alegré porque rompiste las re– laciones con aquella muchachota ordinaria, sin edu– cación! Me causaba pena verte en peligro de tan mala boda. Apenas pronunció estas palabras, por el gesto de Luis, por la expresión de sus ojos, adivinó D.ª Am– brosía que el antiguo estado de los afectos filiales renacía. Se equivocó tocante á la causa. Agarró á Luis por el brazo, y atrayéndoselo cariñosamente, le dió un beso. -Perdóname! No quería disgustarte con el re– cuerdo. Luis no devolvió el beso. Se apartaba de su ma– dre porque siendo hija del pueblo renegaba del pueblo; al revés de Julia y Luz que la desdeñaban porque seguía siéndolo! El recuerdo de Tomasha, deliberada y perseve– rantemente obscurecido en su memoria desde la fa– tal revelación, le entristeció. Qué había sido de ella? Dos ó tres veces, á lo sumo, la encontró en las ro– merías formando parte de un grupo de muchachas designadas con un mote castellano muy grosero, y ostentando una alegría que él se imaginó postiza. De la muer te de Guzirako los amigos no quisieron

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