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216 LA BELLAEASO Víctor se pasaba el día mudándose de camisa y em– puñando ramos de flores para recibir y despedir á princesas, infantas, embajadores, ministros, presi– dentes de las Cámaras y hombres políticos de ma– yor cuantía. Desempeñaba el alcalde á la perfec– ción sus oficios cortesanos, gracias á su figura dis– tinguida, á su vestir elegante, á su hábito de pisar alfombrados salones. Las señoras de la Tertulia azul se habían reconciliado con él, y le declaraban alcalde chic, alcalde pschutt y alcalde smart: des– de tiempos atrás Jayápolis no había descolgado otro tan "correcto,, de los altares del buen tono. Luis á cada paso recibía impresiones desagra– dables; advertía sobre todo et carácter ridículo, grotesco casi, del endiosamiento burgués. En ver– dad, su padre no perdía aparentemente el equili– brio; pero en cambio ¡las hermanas! Por su afición á generalizar las cuestiones entendía que el de su familia era un caso típico de adaptación al medio social, y se enfrascaba en el estudio del "ambiente easonense,,, según los modelos de Taine. Escribió una serie de artículos, atiborrada de observaciones y hechos menudos, á ta inglesa, hábilmente agrupa– dos en torno de un par de ideas capitales ó maes– tras; pero no la podía publicar, ligado por su pala– bra de no escribir. Y escribir le hacía falta, á guisa de válvula, para descargarse del vapor condensado. La lectura de Gau-Chori, menos emocionante ahora, provocaba quejas de los correligionarios. Al– gunos le tachaban poco menos que de tránsfuga: la malaria conservadora y palaciega, sin duda, le ha– bía contaminado con sus miasmas. Le asaltaron de– seos vehementes de publicar los artículos; temero– so de sucumbir á la tentación hizo añicos las cuar– tillas. ¡Ojalá hubiese podido destruir una de las consecuencias que sacaba de su estudio, por demás amarga! Easo era el agente más activo de la fer-

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