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208 LA BELLAEASO -Claro es que de "lo otro,, no hay por qué des– cubrirse ..... -Sabido! no lo merece; aceptaba "esto,,..... Ellas cambiaron entre sí una mirada melancólica y no tornaron á pensar en los escrúpulos que otra~ veces reputaran invencibles. VI Martín saltó de la cama, se vistió el pantalón y abrió la ventana, ansioso de recibir sobre la frente el oreo del campo. La víspera, casi de noche, porque las lluviasha– bían reblandecido los caminos montañeses, llegaron él y Pachika á Eguren, el nuevo caserío. La andre y Tomasha permanecerían en Easo al frente de la taberna, mientras que con sigiloy celeridadse prac– ticaban las diligenciasnecesarias para la celebración del matrimonio. Los recién casados ocuparían la ha– bitación que fué de los padres: este fué el convenio. Desuncieron los bueyes, y sin ocuparse en des– cargar la carreta, á causa de la oscuridad, dieron un somero vistazo á la nueva morada: - A este-dijo Martín-le llamaremos el cuarto de Guergorio; á ese otro, el de Lorenzo. Pachika asintió, sonriéndose de gusto. Luego ce– naron de cualquier modo y se acostaron. Martín durmió á ratos, sin sosiego. Oyó los vigi– lantes cacareos y la voz de Pachika en el establo, la cual daba pienso á los buey~s y les dirigía frases cariñosas. Por las rendijas de las tablas se esparcía el vaho bovino. Martín dilató cuanto pudo las ven– tanas de la nariz; quería saturarlas de un olor · á él más grato que el perfume de las rosas. El amplio juego de los pulmones le alegraba con impresiónde plenitudvital. · ·

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