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A. CAMPJÓN 207 Alláverían las lenguas murmuradoras que ella, á pesarde todo, continuaba siendo la buena moza por quienlos hombres se desviven y á quien le nacen maridosde entre las propias ruinas del descrédito. Ah los hombres! cuánto aprendió á conocerlos de;de el día que, durante la triunfal carrera de su hermosura, la acribillaron con sus miradas carnales y sus requie,bros libidinosos! .~1 matrim?nio era el desquite y a la vez la tranquilidad: la nea mercan– cíaperseguida por los piratas entraba en puerto se– guro ..... La experiencia de aldeas y caseríos le en– señó que la mujer casada no cuenta para los hom– bres que no sean el marido. Andre Joshepa se abstuvo de dirigir ninguna preguntaá su hija, á la mañana siguiente. El rostro de Tomasha, con fidelidad de espejo reflejaba la acquiescencia, una acquiescencia sin júbilo, pura– mente razonable. Madre é hija se abrazaron. - Más vale; te falta buena suerte. Malas cosas te hansucedido; pero, quién sabe? acaso podrían sq– brevenirte peores. -Sí me falta-replicó Tomasha. Y sus hermosísimos ojos, ardientes porque pare– cíannegros, suaves porque eran azules, se empaña– ron con el vaho de las lágrimas. Se acordaba de Luis, del hombre que la amó porque era hermosa y además porque era baska: qué caída, desde aquel trono á la cama del'maketo! Cuando rompió el triste silencio de sus reflexio– nes, dijo: - Le encargó usted, señora, que se informara cerca de la Eufrasia y de la Grabiela? No piense que yo estoy obligada á bajar la cabeza delante de· él..... Suspendió la frase: una idea importuna se le atra– vesóen la mente, la misma idea que bullía en el ce– rebro de andre J oshepa.
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