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206 LA BELLAEASO en verdad abrumadoras. Entró en la taberna, á que Pachika le sirviese la cena, é inició desde aquella noche una persistente labor de rehabilitación entre los compañeros. V Tomasha, en el imprevisto trance de aceptar ó rehusar una proposición de inmediato matrimonio, sintióse, por natural propensión femenina, dispues– ta al consentimiento. Para ella, como para la mayor parte de las mujeres, el matrimonio era la corona de la vida; corona que las manos de la realidad ci– ñen y se recibe gustosamente, aunque no la engar– cen todas las perlas que pedía la imaginación. Po– ca~ cosas entre sí más diferentes, á menudo, que el novio fantaseado y el de. carne y hueso: parece que aquél es el compendio de las perfecciones cuya ca– rencia se dispensa á éste. Sobre Tomasha imprimían las circunstancias su présión enorme. Ciertamente, unas horas antes ha– bría tardado en desahuciar á Lajumera el tiempo estrictamente necesario para la fonación de la re– pulsa; mas al enterarse de los rumores que acerca de ella corrían, se le figuró que por sus oídos pene– traban las carcajadas burlonas de la ciudad entera. Tan inmerecida afrenta soliviantó á su amor pro– pio, de suyo irritable. Lajurnera se presentaba á ofrecerle un desquite contra la cruel maledicencia, una especie de invulnerabilidad á sus más ponzoño– sas flechas. Después de las anteriores desventuras y desengaños se había avenido á no casarse; acep– tando lealmente las consecuencias de su falta, por excusable que fuese. Mas ahora la calumnia se in– terponía en su camino, el punto de vista cambiaba.

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